Ciencias Políticas

  1. Política de la ilusión

    COP $ 66.000
    Como lo cotidiano, este libro no es prolijo. Está lleno de líneas de fuga. Confunde. A la vez, es un diálogo del autor con InternetNautas y lectores. Exige más de una lectura, pues no tiene un sentido. Incluso, quizás carezca de claridad. ¿Qué hay detrás del telón negro de una escena del lenguajeEste libro no sólo habla para adentro y se contradice, sino que recrea e indaga tanto sus postulados como la realidad que lo gestó. Por sobre las formas, este libro presenta un contenido polémico, que atraviesa tanto los lugares comunes del pensar la política, como los paradigmas establecidos, avanzando cuestionamientos sobre dobles discursos y supuestas certezas. Escena en la que es desarrollada una temática que dice por sí misma.Este libro no sólo habla para adentro y se contradice, sino que recrea e indaga tanto sus postulados como la realidad que lo gestó. Por sobre las formas, este libro presenta un contenido polémico, que atraviesa tanto los lugares comunes del pensar la política, como los paradigmas establecidos, avanzando cuestionamientos sobre dobles discursos y supuestas certezas. Escena en la que es desarrollada una temática que dice por sí misma.Por sobre las formas, este libro presenta un contenido polémico, que atraviesa tanto los lugares comunes del pensar la política, como los paradigmas establecidos, avanzando cuestionamientos sobre dobles discursos y supuestas certezas. Escena en la que es desarrollada una temática que dice por sí misma. Más información
  2. Condorcet. Instituir al ciudadano

    COP $ 61.000
    El autor analiza la urgencia, provocada por la Revolución Francesa (1789) y por la Declaración de los Derechos Humanos, de instituir la ciudadanía. Lo que al autor se le presentó no solo como tarea, sino como una exigencia del pensamiento y de la acción que encierra una contradicción: para instituir al ciudadano es necesaria la educación para la ciudadanía, y para que la educación cívica sea posible, educador y educado deben ser ya ciudadanos. Este libro muestra cómo esta dificultad fue pensada a través de distintos conceptos de filosofía política (un espacio público condorcetiano, un espacio público rousseauista, dos concepciones diferentes de la nación) en los proyectos de instrucción pública y de educación nacional presentados en la Asamblea.Condorcet, dice el autor logra salir de esta dificultad e inscribe esta institución (que compromete a todos los ciudadanos, pero sin instrucción son incapaces de darse cuenta de ello) en una historia general de las luces y de la libertad: en su teoría del progreso. Es el régimen político republicano (que orientará los destinos de la Revolución) el que al garantiza la libertad y la igualdad hace posible proyectar en toda su potencia la expresión instituir al ciudadano.Con un mismo gesto, Condorcet funda dos ideas. La idea de la República y la de la escuela republicana. Toma el concepto de ciudadano de la distinción que hace Rousseau entre súbdito y ciudadano, pero define su institución de manera novedosa. Instituir significa instruir a los niños, con lo cual los significados de fundar e instruir se unen. Propone una responsabilidad compartida de quienes instituyen (los revolucionarios) y de los sucesores: la idea de institución, es entonces, un llamado a ser fiel a los valores que sustentan a la instrucción pública y a la República. Instituir al ciudadano (mediante la instrucción pública) es condición de posibilidad de la República y también dirigirse a las generaciones siguientes, pensar en la República que viene.Condorcet se sumerge en el mundo político de la Revolución como un intelectual: con las exigencias de la acción pero pensando teóricamente el mundo en que vive: ¿cómo ligar la libertad y la igualdad, ¿qué escuela para la Revolución Sus respuestas se prolongan en proposiciones institucionales: su esfuerzo teórico se vuelca al plano pedagógico, y la institución del ciudadano será instrucción pública, que inscribe la preocupación por el futuro en el corazón del proyecto republicano. La ciudadanía así instituida debe ser crítica, los futuros ciudadanos no deben ser rehenes de los prejuicios de las generaciones precedentes. La educación cívica no debe constituirse en un catecismo republicano: a las leyes hay que amarlas, pero no se debe poder criticarlas y revisarlas, aunque la decisión de enseñar las leyes, las instituciones y la declaración de derechos es un acto de ciudadanía. Los saberes de cada época deben contribuir a formar el juicio crítico de los ciudadanos. La fraternidad para este autor es el respeto mutuo que se tienen los ciudadanos ilustrados, a quienes su pasaje por los saberes ha ayudado a instituir su propia autonomía. Son las Luces las que permiten adquirir el hábito de ponerse de acuerdo sobre sus intereses comunes , no ser meros militantes (propagar opiniones) ni ofrecerse a un partido. El autor permite revisar esta versión democrática de la relación entre moral y política, ejemplo republicano del humanismos de las Luces, del filósofo que creyó deber de la Razón pensar la libertad para que la Razón no se convierta en terror, que enseña que el futuro del régimen republicano está en la escuela, que nos pone juntos y permite unir la virtud política, la búsqueda de la verdad y la libertad.Este libro muestra cómo esta dificultad fue pensada a través de distintos conceptos de filosofía política (un espacio público condorcetiano, un espacio público rousseauista, dos concepciones diferentes de la nación) en los proyectos de instrucción pública y de educación nacional presentados en la Asamblea.Condorcet, dice el autor logra salir de esta dificultad e inscribe esta institución (que compromete a todos los ciudadanos, pero sin instrucción son incapaces de darse cuenta de ello) en una historia general de las luces y de la libertad: en su teoría del progreso. Es el régimen político republicano (que orientará los destinos de la Revolución) el que al garantiza la libertad y la igualdad hace posible proyectar en toda su potencia la expresión instituir al ciudadano.Con un mismo gesto, Condorcet funda dos ideas. La idea de la República y la de la escuela republicana. Toma el concepto de ciudadano de la distinción que hace Rousseau entre súbdito y ciudadano, pero define su institución de manera novedosa. Instituir significa instruir a los niños, con lo cual los significados de fundar e instruir se unen. Propone una responsabilidad compartida de quienes instituyen (los revolucionarios) y de los sucesores: la idea de institución, es entonces, un llamado a ser fiel a los valores que sustentan a la instrucción pública y a la República. Instituir al ciudadano (mediante la instrucción pública) es condición de posibilidad de la República y también dirigirse a las generaciones siguientes, pensar en la República que viene.Condorcet se sumerge en el mundo político de la Revolución como un intelectual: con las exigencias de la acción pero pensando teóricamente el mundo en que vive: ¿cómo ligar la libertad y la igualdad, ¿qué escuela para la Revolución Sus respuestas se prolongan en proposiciones institucionales: su esfuerzo teórico se vuelca al plano pedagógico, y la institución del ciudadano será instrucción pública, que inscribe la preocupación por el futuro en el corazón del proyecto republicano. La ciudadanía así instituida debe ser crítica, los futuros ciudadanos no deben ser rehenes de los prejuicios de las generaciones precedentes. La educación cívica no debe constituirse en un catecismo republicano: a las leyes hay que amarlas, pero no se debe poder criticarlas y revisarlas, aunque la decisión de enseñar las leyes, las instituciones y la declaración de derechos es un acto de ciudadanía. Los saberes de cada época deben contribuir a formar el juicio crítico de los ciudadanos. La fraternidad para este autor es el respeto mutuo que se tienen los ciudadanos ilustrados, a quienes su pasaje por los saberes ha ayudado a instituir su propia autonomía. Son las Luces las que permiten adquirir el hábito de ponerse de acuerdo sobre sus intereses comunes , no ser meros militantes (propagar opiniones) ni ofrecerse a un partido. El autor permite revisar esta versión democrática de la relación entre moral y política, ejemplo republicano del humanismos de las Luces, del filósofo que creyó deber de la Razón pensar la libertad para que la Razón no se convierta en terror, que enseña que el futuro del régimen republicano está en la escuela, que nos pone juntos y permite unir la virtud política, la búsqueda de la verdad y la libertad.Condorcet, dice el autor logra salir de esta dificultad e inscribe esta institución (que compromete a todos los ciudadanos, pero sin instrucción son incapaces de darse cuenta de ello) en una historia general de las luces y de la libertad: en su teoría del progreso. Es el régimen político republicano (que orientará los destinos de la Revolución) el que al garantiza la libertad y la igualdad hace posible proyectar en toda su potencia la expresión instituir al ciudadano.Con un mismo gesto, Condorcet funda dos ideas. La idea de la República y la de la escuela republicana. Toma el concepto de ciudadano de la distinción que hace Rousseau entre súbdito y ciudadano, pero define su institución de manera novedosa. Instituir significa instruir a los niños, con lo cual los significados de fundar e instruir se unen. Propone una responsabilidad compartida de quienes instituyen (los revolucionarios) y de los sucesores: la idea de institución, es entonces, un llamado a ser fiel a los valores que sustentan a la instrucción pública y a la República. Instituir al ciudadano (mediante la instrucción pública) es condición de posibilidad de la República y también dirigirse a las generaciones siguientes, pensar en la República que viene.Condorcet se sumerge en el mundo político de la Revolución como un intelectual: con las exigencias de la acción pero pensando teóricamente el mundo en que vive: ¿cómo ligar la libertad y la igualdad, ¿qué escuela para la Revolución Sus respuestas se prolongan en proposiciones institucionales: su esfuerzo teórico se vuelca al plano pedagógico, y la institución del ciudadano será instrucción pública, que inscribe la preocupación por el futuro en el corazón del proyecto republicano. La ciudadanía así instituida debe ser crítica, los futuros ciudadanos no deben ser rehenes de los prejuicios de las generaciones precedentes. La educación cívica no debe constituirse en un catecismo republicano: a las leyes hay que amarlas, pero no se debe poder criticarlas y revisarlas, aunque la decisión de enseñar las leyes, las instituciones y la declaración de derechos es un acto de ciudadanía. Los saberes de cada época deben contribuir a formar el juicio crítico de los ciudadanos. La fraternidad para este autor es el respeto mutuo que se tienen los ciudadanos ilustrados, a quienes su pasaje por los saberes ha ayudado a instituir su propia autonomía. Son las Luces las que permiten adquirir el hábito de ponerse de acuerdo sobre sus intereses comunes , no ser meros militantes (propagar opiniones) ni ofrecerse a un partido. El autor permite revisar esta versión democrática de la relación entre moral y política, ejemplo republicano del humanismos de las Luces, del filósofo que creyó deber de la Razón pensar la libertad para que la Razón no se convierta en terror, que enseña que el futuro del régimen republicano está en la escuela, que nos pone juntos y permite unir la virtud política, la búsqueda de la verdad y la libertad.Con un mismo gesto, Condorcet funda dos ideas. La idea de la República y la de la escuela republicana. Toma el concepto de ciudadano de la distinción que hace Rousseau entre súbdito y ciudadano, pero define su institución de manera novedosa. Instituir significa instruir a los niños, con lo cual los significados de fundar e instruir se unen. Propone una responsabilidad compartida de quienes instituyen (los revolucionarios) y de los sucesores: la idea de institución, es entonces, un llamado a ser fiel a los valores que sustentan a la instrucción pública y a la República. Instituir al ciudadano (mediante la instrucción pública) es condición de posibilidad de la República y también dirigirse a las generaciones siguientes, pensar en la República que viene.Condorcet se sumerge en el mundo político de la Revolución como un intelectual: con las exigencias de la acción pero pensando teóricamente el mundo en que vive: ¿cómo ligar la libertad y la igualdad, ¿qué escuela para la Revolución Sus respuestas se prolongan en proposiciones institucionales: su esfuerzo teórico se vuelca al plano pedagógico, y la institución del ciudadano será instrucción pública, que inscribe la preocupación por el futuro en el corazón del proyecto republicano. La ciudadanía así instituida debe ser crítica, los futuros ciudadanos no deben ser rehenes de los prejuicios de las generaciones precedentes. La educación cívica no debe constituirse en un catecismo republicano: a las leyes hay que amarlas, pero no se debe poder criticarlas y revisarlas, aunque la decisión de enseñar las leyes, las instituciones y la declaración de derechos es un acto de ciudadanía. Los saberes de cada época deben contribuir a formar el juicio crítico de los ciudadanos. La fraternidad para este autor es el respeto mutuo que se tienen los ciudadanos ilustrados, a quienes su pasaje por los saberes ha ayudado a instituir su propia autonomía. Son las Luces las que permiten adquirir el hábito de ponerse de acuerdo sobre sus intereses comunes , no ser meros militantes (propagar opiniones) ni ofrecerse a un partido. El autor permite revisar esta versión democrática de la relación entre moral y política, ejemplo republicano del humanismos de las Luces, del filósofo que creyó deber de la Razón pensar la libertad para que la Razón no se convierta en terror, que enseña que el futuro del régimen republicano está en la escuela, que nos pone juntos y permite unir la virtud política, la búsqueda de la verdad y la libertad.Condorcet se sumerge en el mundo político de la Revolución como un intelectual: con las exigencias de la acción pero pensando teóricamente el mundo en que vive: ¿cómo ligar la libertad y la igualdad, ¿qué escuela para la Revolución Sus respuestas se prolongan en proposiciones institucionales: su esfuerzo teórico se vuelca al plano pedagógico, y la institución del ciudadano será instrucción pública, que inscribe la preocupación por el futuro en el corazón del proyecto republicano. La ciudadanía así instituida debe ser crítica, los futuros ciudadanos no deben ser rehenes de los prejuicios de las generaciones precedentes. La educación cívica no debe constituirse en un catecismo republicano: a las leyes hay que amarlas, pero no se debe poder criticarlas y revisarlas, aunque la decisión de enseñar las leyes, las instituciones y la declaración de derechos es un acto de ciudadanía. Los saberes de cada época deben contribuir a formar el juicio crítico de los ciudadanos. La fraternidad para este autor es el respeto mutuo que se tienen los ciudadanos ilustrados, a quienes su pasaje por los saberes ha ayudado a instituir su propia autonomía. Son las Luces las que permiten adquirir el hábito de ponerse de acuerdo sobre sus intereses comunes , no ser meros militantes (propagar opiniones) ni ofrecerse a un partido. El autor permite revisar esta versión democrática de la relación entre moral y política, ejemplo republicano del humanismos de las Luces, del filósofo que creyó deber de la Razón pensar la libertad para que la Razón no se convierta en terror, que enseña que el futuro del régimen republicano está en la escuela, que nos pone juntos y permite unir la virtud política, la búsqueda de la verdad y la libertad. La ciudadanía así instituida debe ser crítica, los futuros ciudadanos no deben ser rehenes de los prejuicios de las generaciones precedentes. La educación cívica no debe constituirse en un catecismo republicano: a las leyes hay que amarlas, pero no se debe poder criticarlas y revisarlas, aunque la decisión de enseñar las leyes, las instituciones y la declaración de derechos es un acto de ciudadanía. Los saberes de cada época deben contribuir a formar el juicio crítico de los ciudadanos. La fraternidad para este autor es el respeto mutuo que se tienen los ciudadanos ilustrados, a quienes su pasaje por los saberes ha ayudado a instituir su propia autonomía. Son las Luces las que permiten adquirir el hábito de ponerse de acuerdo sobre sus intereses comunes , no ser meros militantes (propagar opiniones) ni ofrecerse a un partido. El autor permite revisar esta versión democrática de la relación entre moral y política, ejemplo republicano del humanismos de las Luces, del filósofo que creyó deber de la Razón pensar la libertad para que la Razón no se convierta en terror, que enseña que el futuro del régimen republicano está en la escuela, que nos pone juntos y permite unir la virtud política, la búsqueda de la verdad y la libertad.Son las Luces las que permiten adquirir el hábito de ponerse de acuerdo sobre sus intereses comunes , no ser meros militantes (propagar opiniones) ni ofrecerse a un partido. El autor permite revisar esta versión democrática de la relación entre moral y política, ejemplo republicano del humanismos de las Luces, del filósofo que creyó deber de la Razón pensar la libertad para que la Razón no se convierta en terror, que enseña que el futuro del régimen republicano está en la escuela, que nos pone juntos y permite unir la virtud política, la búsqueda de la verdad y la libertad. Más información