Profesionales y Técnicos

  1. Zaratustra, la experiencia del guerrero. Vida...

    COP $ 57.000
    Lo propio del pensador es el combate, sobre todo cuando va dirigido contra sí mismo. Allí está la vida como materia de experimento, puesta en la mesa de disección, sacrificada al pensamiento. Pues qué ha de importar la felicidad dirá Nietzsche cuando lo que está en juego es la propia obra. Éste es el sentido de las máscaras, los disfraces, los cambios de piel, ese terco y paciente colgarse y descolgarse los pro y los contra, jugar la más de las veces de abogado del diablo, hacerse otro y permanecer en el desafío, no disolver la diferencia sino gozarla. Todos son sutiles ardides de la vida misma que hay que saber leer para no ahogarse en el desorden del oleaje, para no caer en las redes que toda su obra, por expresa confesión, quiere tender a las almas incautas.Cada máscara es portadora de un estilo; hay en ellas algo de fatalismo en tanto derivación de un estado de ánimo, de un descubrimiento, de una curación pero hay en ellas también una voluntad que se recubre de estilo. No podía ser de otra manera para alguien que entiende el estilo como la unidad corpórea de forma y contenido, la idea hecha estilo es entonada en las altas y arrebatadas voces de delirio y abismo dionisíaco o en el ritmo quedo y sereno de las planicies genealógicas. Ningún pensamiento puede levantar vuelo sin el envoltorio necesario de una forma artística. Pues se trata de prosa para los oídos, escritura destinada a ser leída en voz alta; Nietzsche añora y quiere recuperar el gran arte de los antiguos, la respiración del gran período con todos los cambios de tono y ritmo con que se complacía su mundo público y esto no es algo que se le agregue como cuerpo extraño a su prosa sino el elemento mismo en que respira su pensamiento, un instinto del ritmo con que el pensador se modela a sí mismo. Crearse un estilo no es agregar una forma a un contenido sino trabajar en la tarea de creación del sí.Cada máscara es portadora de un estilo; hay en ellas algo de fatalismo en tanto derivación de un estado de ánimo, de un descubrimiento, de una curación pero hay en ellas también una voluntad que se recubre de estilo. No podía ser de otra manera para alguien que entiende el estilo como la unidad corpórea de forma y contenido, la idea hecha estilo es entonada en las altas y arrebatadas voces de delirio y abismo dionisíaco o en el ritmo quedo y sereno de las planicies genealógicas. Ningún pensamiento puede levantar vuelo sin el envoltorio necesario de una forma artística. Pues se trata de prosa para los oídos, escritura destinada a ser leída en voz alta; Nietzsche añora y quiere recuperar el gran arte de los antiguos, la respiración del gran período con todos los cambios de tono y ritmo con que se complacía su mundo público y esto no es algo que se le agregue como cuerpo extraño a su prosa sino el elemento mismo en que respira su pensamiento, un instinto del ritmo con que el pensador se modela a sí mismo. Crearse un estilo no es agregar una forma a un contenido sino trabajar en la tarea de creación del sí. Más información
  2. Los poderes de los jefes de gobierno

    COP $ 76.000
    Los jefes de gobierno de las democracias parlamentarias europeas disponen de una notable variedad de tipos de poderes. Según los casos, los primeros ministros pueden nombrar y revocar a sus ministros, pueden pedir (y obtener) la disolución del Parlamento y pueden lograr hacer aprobar su programa legislativo y político. Mediante un análisis comparado, que va desde el primer ministro inglés al canciller alemán, pasando por el presidente del gobierno español al presidente del Consejo italiano y otros jefes de gobierno, el autor alcanza tres importantes conclusiones. En primer lugar, ningún jefe de gobierno, ni siquiera el más fuerte y acreditado, que sin dudas es el primer ministro inglés, está en grado de imponer, siempre y donde sea, su voluntad política. En segundo lugar, el poder de cualquier jefe de gobierno en Europa depende esencialmente del consenso electoral, de los votos y de los escaños parlamentarios obtenidos de su partido. Por último, la cualidad más importante de los gobiernos parlamentarios está constituida por su flexibilidad, es decir, por la posibilidad de sustituir a los jefes de gobierno que gobiernen poco y mal, sin que ello provoque una crisis institucional. El resto queda confiado a las capacidades personales y políticas de quienes sean jefes de gobierno e intenten permanecer en el poder. Mediante un análisis comparado, que va desde el primer ministro inglés al canciller alemán, pasando por el presidente del gobierno español al presidente del Consejo italiano y otros jefes de gobierno, el autor alcanza tres importantes conclusiones. En primer lugar, ningún jefe de gobierno, ni siquiera el más fuerte y acreditado, que sin dudas es el primer ministro inglés, está en grado de imponer, siempre y donde sea, su voluntad política. En segundo lugar, el poder de cualquier jefe de gobierno en Europa depende esencialmente del consenso electoral, de los votos y de los escaños parlamentarios obtenidos de su partido. Por último, la cualidad más importante de los gobiernos parlamentarios está constituida por su flexibilidad, es decir, por la posibilidad de sustituir a los jefes de gobierno que gobiernen poco y mal, sin que ello provoque una crisis institucional. El resto queda confiado a las capacidades personales y políticas de quienes sean jefes de gobierno e intenten permanecer en el poder. Más información