Ciencias Sociales

  1. Ética periodística. Ensayos sobre responsab...

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    En el ensayo del doctor Daniel Sinopoli he visto reflejadas mis ilusiones, mis esperanzas y mis miedos y ese espejo de modestas valentías y de una alta cuota de irresponsabilidad que se llama periodismo.Coincido con la ensayada definición de Sinopoli sobre nuestro oficio, como le gustaba definirlo al maestro Félix Laiño, entendiendo que el periodista es un «intermediario» entre los hechos que conforman la realidad y los ciudadanos. Así de simple, en un momento en que vivimos confundidos y confundiendo, en medio de las más despiadadas críticas oficiales, el vedetismo de colegas, la superficialidad en televisión y radio, las misteriosas y no tanto postulas y titulares de los diarios de revistas, la guaranguearía escrita y hablada y esa nueva forma del periodismo de investigación que en realidad es de crucifixión porque lo que menos se hace es investigar, ya que «sólo se acumulan afirmaciones que concluyen en un mismo objetivo de demostración, con una conclusión predeterminada ».Por eso es valiente y claro el trabajo de Daniel, que brinda, paralelamente, una lúcida aproximación al encauzamiento y jerarquización del periodismo, apartando severa y espigada bibliografía junto a sus agudas observaciones sobre los medios de comunicación de nuestro país y del mundo.Con sagacidad desmenuza la crítica coexistencia entre la exacta información y el negocio editorial; advierte sobre la descontextualización y la omisión de datos, mientras reclama el imprescindible componente didáctico que debe contener todo acto de comunicación. Pero paralelamente no halaga ni hace demagogia con el lector o la audiencia, a quienes desnuda por su débil demanda y, de algún modo, hace corresponsables de la baja calidad educativa y de contenidos, ante su apego en entretenimiento.En síntesis, un libro que se debe leer. Los periodistas para sincerar su autocrítica, y el público para ser más exigente.Enrique Llamas de MadariagaCoincido con la ensayada definición de Sinopoli sobre nuestro oficio, como le gustaba definirlo al maestro Félix Laiño, entendiendo que el periodista es un «intermediario» entre los hechos que conforman la realidad y los ciudadanos. Así de simple, en un momento en que vivimos confundidos y confundiendo, en medio de las más despiadadas críticas oficiales, el vedetismo de colegas, la superficialidad en televisión y radio, las misteriosas y no tanto postulas y titulares de los diarios de revistas, la guaranguearía escrita y hablada y esa nueva forma del periodismo de investigación que en realidad es de crucifixión porque lo que menos se hace es investigar, ya que «sólo se acumulan afirmaciones que concluyen en un mismo objetivo de demostración, con una conclusión predeterminada ».Por eso es valiente y claro el trabajo de Daniel, que brinda, paralelamente, una lúcida aproximación al encauzamiento y jerarquización del periodismo, apartando severa y espigada bibliografía junto a sus agudas observaciones sobre los medios de comunicación de nuestro país y del mundo.Con sagacidad desmenuza la crítica coexistencia entre la exacta información y el negocio editorial; advierte sobre la descontextualización y la omisión de datos, mientras reclama el imprescindible componente didáctico que debe contener todo acto de comunicación. Pero paralelamente no halaga ni hace demagogia con el lector o la audiencia, a quienes desnuda por su débil demanda y, de algún modo, hace corresponsables de la baja calidad educativa y de contenidos, ante su apego en entretenimiento.En síntesis, un libro que se debe leer. Los periodistas para sincerar su autocrítica, y el público para ser más exigente.Enrique Llamas de MadariagaPor eso es valiente y claro el trabajo de Daniel, que brinda, paralelamente, una lúcida aproximación al encauzamiento y jerarquización del periodismo, apartando severa y espigada bibliografía junto a sus agudas observaciones sobre los medios de comunicación de nuestro país y del mundo.Con sagacidad desmenuza la crítica coexistencia entre la exacta información y el negocio editorial; advierte sobre la descontextualización y la omisión de datos, mientras reclama el imprescindible componente didáctico que debe contener todo acto de comunicación. Pero paralelamente no halaga ni hace demagogia con el lector o la audiencia, a quienes desnuda por su débil demanda y, de algún modo, hace corresponsables de la baja calidad educativa y de contenidos, ante su apego en entretenimiento.En síntesis, un libro que se debe leer. Los periodistas para sincerar su autocrítica, y el público para ser más exigente.Enrique Llamas de MadariagaCon sagacidad desmenuza la crítica coexistencia entre la exacta información y el negocio editorial; advierte sobre la descontextualización y la omisión de datos, mientras reclama el imprescindible componente didáctico que debe contener todo acto de comunicación. Pero paralelamente no halaga ni hace demagogia con el lector o la audiencia, a quienes desnuda por su débil demanda y, de algún modo, hace corresponsables de la baja calidad educativa y de contenidos, ante su apego en entretenimiento.En síntesis, un libro que se debe leer. Los periodistas para sincerar su autocrítica, y el público para ser más exigente.Enrique Llamas de MadariagaEn síntesis, un libro que se debe leer. Los periodistas para sincerar su autocrítica, y el público para ser más exigente.Enrique Llamas de MadariagaEnrique Llamas de Madariaga Más información