Ciencias Políticas

  1. La fuente del equilibrio moral y jurídico

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    Tanto en el campo de la moral general, cuanto en el de la jurisprudencia, surge espontáneo el interrogante sobre como se mantiene el equilibrio de los principios rectores de la conducta y la rectitud de la conducta misma del operante. Esa función primordial en el orden práctico es ejercida por la principal virtud moral que es la prudencia, desgraciadamente muy tenida en cuenta por los antiguos pensadores, incluso paganos, y en la actualidad casi del todo olvidada, sea en el orden moral como en el social, por los pensadores contemporáneos. El Autor ha creído conveniente insistir en la enseñanza de esos pensadores antiguos, especialmente de Santo Tomás, que ayuda a comprender una exigencia nítida de Dios para el hombre, revelada en el Antiguo y en el Nuevo Testamento. Este libro, pues, constituye un comentario modernizado del tratado de la Prudencia, recta ratio agibilum, que se encuentra en la suma Teológica del Angélico (II-II, 47 y siguientes), tratando de subrayar variados aspectos de esta dimensión existente en la actividad humana, pues el hombre es un agente guiado no sólo por instintos sensoriales sino por una inteligencia informada con numerosos conocimientos intelectuales (o sea, fruto del ejercicio de una inteligencia espiritual), que parten de lo más teórico y conducen por el criterio prudencial hasta lo más concreto y práctico del deber moral y jurídico. Un menosprecio de estas consideraciones prudenciales lleva al hombre a vivir al margen de las normas morales y jurídicas, objetivas y fundamentadas, lo cual origina grandes catástrofes individuales y sociales. El Autor ha creído conveniente insistir en la enseñanza de esos pensadores antiguos, especialmente de Santo Tomás, que ayuda a comprender una exigencia nítida de Dios para el hombre, revelada en el Antiguo y en el Nuevo Testamento. Este libro, pues, constituye un comentario modernizado del tratado de la Prudencia, recta ratio agibilum, que se encuentra en la suma Teológica del Angélico (II-II, 47 y siguientes), tratando de subrayar variados aspectos de esta dimensión existente en la actividad humana, pues el hombre es un agente guiado no sólo por instintos sensoriales sino por una inteligencia informada con numerosos conocimientos intelectuales (o sea, fruto del ejercicio de una inteligencia espiritual), que parten de lo más teórico y conducen por el criterio prudencial hasta lo más concreto y práctico del deber moral y jurídico. Un menosprecio de estas consideraciones prudenciales lleva al hombre a vivir al margen de las normas morales y jurídicas, objetivas y fundamentadas, lo cual origina grandes catástrofes individuales y sociales. Un menosprecio de estas consideraciones prudenciales lleva al hombre a vivir al margen de las normas morales y jurídicas, objetivas y fundamentadas, lo cual origina grandes catástrofes individuales y sociales. Más información